Los vientos de la “Mora”, rumoran una propuesta de reforma en la UAEMéx, teniéndose como uno de los ejes, la ampliación del tiempo en las gestiones. Hecho que nos conduce a muchas reflexiones. La primera que viene a la mente, es que son los ciudadanos los que poseen algún interés sobre las “funciones o fines» de las universidades públicas, los que saben y conocen que las mismas son espacios de carácter público, que hacen parte de los derechos humanos, así como el realizar sus prácticas orientadas por un conjunto de valores (ética, justicia, equidad, democracia, libertad de expresión, de estar en la vanguardia, de innovación, compromiso social…).
Una universidad, si no articula los hilos de este conjunto de valores, compromete su propósito, misión y razón de ser. Siendo así, la propuesta, en cuestión, al argumentar la necesidad de inclusión de dichos valores, refleja un acto fallido del sistema, que se traiciona al querer justificar la ausencia de lo que da sentido a la existencia misma de lo que se puede considerar universidad. La ampliación del tiempo de gestión, según los argumentos, sería para garantizar el cumplimiento, seguimiento y evaluaciones de proyectos que obedezcan la premisa de la “modernización”. Es lamentable, pero las colocaciones que permean la propuesta, evidencian que “quizás” por décadas, se ha vivido una simulación de lo que consiste una verdadera universidad.
Más que hacer hincapié en la necesidad de incluir valores, para el análisis de la innovadora propuesta, sería conveniente reflexionar acerca de las posibles respuestas, por ejemplo, para algunas interrogantes: ¿En qué instituciones la ampliación de las gestiones ha permitido un mayor desarrollo? ¿En qué lugares, en qué culturas? ¿Con qué características y, cuáles son los impactos en los varios sectores y pro-rectorías o secretarías o/y direcciones que conforman una universidad? ¿Cuáles orientaciones nos podrían servir?
Los proyectos «en los tiempos actuales y de modernización» deben ser planeados acortando el futuro, o sea, con previsión de todas las consecuencias y resultados que el proceso en sí mismo puede ocasionar a la sociedad, además de alternativas asertivas y rápidas. Hecho que invita a una suma de esfuerzos inter y multidisciplinarios, redes con universidades con trayectorias exitosas en investigación y, urge rescatar la humildad, al reconocer lo que ya se ha pensado, planeado y que todavía, se encuentra inacabado. El reconocimiento de lo iniciado y, de igual forma, de lo que puede salir bien, es el principio para suavizar los egos, narcisismo y centralización del poder.
La universidad debe volverse política en la formación de la ciudadanía, en la construcción de personas y sociedades capaces de transformar sus vidas y entorno; por lo tanto, todos los buenos y constructivos proyectos deben responder a las demandas de la comunidad y de la sociedad, independientes de quiénes estén en la gestión. Los proyectos deben mantenerse por sus resultados positivos, no por las decisiones centralizadas en gestiones empoderadas, con la brújula orientada hacia una perspectiva individualista, en que con el paso del tiempo, les atribuyan una vía a cargos políticos. Los “fines o funciones” de una universidad deben transitar en constantes evaluaciones de las directrices de sus éticas, aciertos y errores y, sobre todo, constantes recuerdos y evidencias de la memoria histórica.
Así como, varias instituciones se encuentran debilitadas y desacreditadas, más que una ampliación de tiempo de gestión, aún falta mucho para construir un proyecto con madurez, comprometido con su gente, con su comunidad, que permita el renacimiento de la dignidad, credibilidad, la ética, transparencia y visibilidad de gestión, que nos haga creer que independiente de los slogans que se utilizan para sellar, con lapsos de contratransferencias de sus miserias humanas, los pasajes en cada gestión, se cultiven semillas, que los frutos pueden resultar benévolos, más allá del tiempo.
Texto: Dra. C.S. Marisa Fátima Roman
Foto: Augusto López Velasco