El camino del emprendimiento con Artesanías Maluna es para Lourdes Posadas Nava una nueva esperanza, una posibilidad para obtener un ingreso económico en beneficio de sus hijas.
Conocer el trabajo que realiza la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMéx) a través de sus incubadoras de empresas fue para ella una grata sorpresa, le abrió posibilidades que hasta entonces no contemplaba, que no imaginaba.
Los primeros acercamientos a la Incubadora de Empresas del Centro Universitario UAEM Atlacomulco la han motivado a preguntarse sobre costos de materiales, mano de obra, empaques, comercialización y ventas en línea, todo un reto que la motiva, que la llena de nuevos bríos.
“Cuando conocí la incubadora de empresas nos dieron el asesoramiento, la plática, y me llamó la atención porque yo no he encontrado un mercado para mis muñequitas, que ahora pretendo lleguen a un mercado donde sean valoradas”, dijo la emprendedora.
En Santa Ana la Ladera, municipio de Ixtlahuaca, Estado de México, Lourdes descubrió en el tejido una actividad terapéutica para enfrentar el duelo, la pérdida de su esposo, el padre de sus cuatro hijas.
“A partir de que fallece mi esposo entro en una tristeza y busco qué hacer porque estaba sacada de órbita, algo que me entretuviera, que me permitiera liberar todo el dolor y la tristeza. Así que empecé a tejer, también pensando en mis hijas”, sostuvo.
Con las habilidades básicas y una enorme capacidad de observación, de imitación, en poco tiempo convirtió las agujas en una extensión de sus dedos, en un instrumento para expresar sus emociones.
En las formas y los colores encontró el camino para desahogar el desconcierto y expulsar de su interior el dolor de la muerte, la tristeza, la soledad, para expresar la alegría y el amor por sus hijas. “Los colores tienen mucho que ver; por ejemplo, un color alegre, un color naranja, rosa, y cuando es muy triste, un color azul oscuro o negro”.
Lourdes Posadas Nava tejió su primera muñeca hace tres años y una vez que las piezas se le acumularon comenzó a regalarlas a familiares y amigos. Empezaron a encargarle piezas y de ahí surgió la idea de venderlas, sin quedar siempre satisfecha con la retribución económica.
“No ha habido quien valore el trabajo hecho mano. Quieren las cosas muy económicas y realmente el trabajo es muy pesado, es cansado”, afirmó la emprendedora universitaria.
Sus hijas, Silvia, Alondra, Carolina y Monserrat están orgullosas de que su madre encuentre en su destreza, su habilidad para tejer, una inspiración más para lidiar con sus emociones y estar en paz, tranquila.
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