Hola, buen día. Hace unos días publicaste una «Carta al alumnado manifestante de la UAEMex».
Otra docente me ha hecho llegar la siguiente carta en respuesta, que acaso pueda ser del interés de los lectores. Al igual que la anterior, va escrita de manera anónima.
Saludos.
Escribo en respuesta a una carta escrita por quien se identifica como una trabajadora de la Universidad Autónoma del Estado de México, institución de la cual también soy parte como docente. Lo hago desde la reflexión individual, no colectiva, por ello no escribo en plural, no intento hacer creer que lo que escribo representa a un colectivo.
Lo hago también desde el anonimato, con el convencimiento de que no puede ser de otra forma en un país donde hay una creciente ola de criminalización y desaparición forzada de activistas sociales, una realidad que no se puede negar y que se reproduce en distintos espacios. No se debe olvidar que cuando inició el paro estudiantil el presidente municipal de Toluca hizo declaraciones que apuntaban a la identificación de personas y vehículos, con lo cual claramente lanzó amenazas, sin que la autoridad universitaria hubiera hecho un pronunciamiento en contra. Cuestionar por qué se cubren el rostro o por qué hacen pintas, es desviar la atención de las causas que han originado esta crisis en la Institución, es ver lo superficial.
Ningún estudiante movilizado ha dicho que odia a la Universidad, como lo dice quien escribe la carta y creo que la situación, más que provocar ansiedad o inquietud, debe conducir a una autocrítica de cada uno de quienes integramos esta Institución.
A quien ha escrito la carta, le propongo que mejor imaginemos que un papá o una mamá le dice angustiado a su hijo o a su hija que ya no podrá ir a estudiar porque no puede seguir pagando una colegiatura o una renta de un cuarto, o ambas cosas. Muchos y muchas estudiantes acuden a sus espacios universitarios sin una adecuada alimentación, enfermos o enfermas; también tienen que recoger a los hermanitos o hermanitas en sus escuelas por otros motivos o faltar porque su madre o su padre tienen situaciones graves de salud, o porque tienen que trabajar para generar algunos ingresos porque les falta un padre o una madre. Su lucha diaria no la conocemos, por lo que es muy grave hacer señalamientos de que la construyen con memes o con manipulación de otros actores.
Por otro lado, ningún movimiento social tiene porque ser igual, porque lo que los origina son situaciones y actores distintos. No hay manuales, ni estándares para movilizarse, porque lo que motiva son las condiciones que cada sujeto vive a nivel individual y colectivo, en un tiempo y en un contexto determinado. Ponerse de ejemplo como activista en un movimiento, no es pertinente, mucho menos cuando hay 14 años de distancia, los tiempos cambian y los últimos años, posteriores a la pandemia del Covid-19, han sido mucho más complejos en diversos ámbitos.
También, quien escribe la carta, le dice a las y los estudiantes movilizados que les ha tocado una vida cómoda, la cual reduce a bienes tangibles que les son proporcionados por la Institución: maestros/as, sillas, aulas, equipamiento, computadoras, bibliotecas, laboratorios, sanitarios, becas, estacionamientos. Yo le pregunto ¿de qué sirve tener todo eso si hay maestros/as que no dan clases o que no aportan nada a la formación; si hay salones equipados, pero sin mantenimiento y sin una buena conexión a internet; bibliotecas desactualizadas, sanitarios sin agua y sin lo básico para la higiene ¿Acaso considera correcto tener un baño que es un foco de infección y que por ende constituye un riesgo para la salud, lo mismo que tener bebederos cuya fuente de abastecimiento está contaminada? Eso no me lo ha dicho nadie, yo lo he vivido dentro de mi espacio de trabajo.
Veo con preocupación que quien ha escrito la carta habla insistentemente de maestros corruptos que están manipulando a las y los estudiantes movilizados, que ya les ofrecieron calificación aprobatoria, que los “apalabraron” con intenciones de escalar a puestos políticos; son afirmaciones graves, que requieren pruebas, la carta debería estar acompañada de ellas, de lo contrario, es mucha irresponsabilidad. Pero, además, no entiendo cuál es la razón de suponer que hay manipulación de los estudiantes ¿Acaso creen que ellos no son capaces de pensar o de cuestionar por sí solos? ¿Qué clase de profesor/a minimiza a sus estudiantes?
El resto de lo que escribe es un regaño sin sentido, con actitud soberbia; insiste en ponerse de ejemplo como profesional y activista: rescatando animales y donando a causas de organizaciones sociales; eso no viene al caso y no tiene por qué mencionarse, son actos que deben quedar en plano individual.
Para finalizar y atendiendo al hecho de que mi intención es ir hacia una reflexión mayor, retomo algunos cuestionamientos que, quien escribió la carta, hace a las y los estudiantes en paro ¿Qué dan a su comunidad? ¿Qué aportan al progreso y al desarrollo del país? También les hace un llamado a proponer, gestionar y liderar soluciones a problemas como la falta de agua y la contaminación, así como para aportar a la mejora urbana, ambiental y social. La respuesta a sus cuestionamientos tiene que ver con lo que están aprendiendo en las aulas y con las condiciones que existen para que el aprendizaje pueda ponerse en práctica; es decir, la docencia, la investigación, la extensión y la vinculación son la clave para ello, pero ¿Qué pasa cuando la Universidad, en los hechos, reduce la extensión a programas de becas o a programas de emprendimiento? ¿Qué pasa cuando impide la libre expresión y manifestación de ideas de estudiantes y docentes en asuntos que tienen que ver con causas sociales, como la desaparición forzada o la lucha contra el genocidio? ¿Qué pasa cuando la formación se reduce a aprendizajes técnicos o a modelos de actuación que se replican sin cuestionar?
Hay mucho que reflexionar para plantear soluciones a la actual crisis que vive la UAEMex, y no es fácil, es muy complejo por todo lo que involucra y por todo lo que se ha dado en el contexto del movimiento. Hay incapacidad manifiesta de las autoridades universitarias para llevar adelante el diálogo constructivo, es fácil pronunciar un discurso respaldado en el diálogo y la escucha activa (tema que poco comprenden); se le está apostando a la división y al desgaste del movimiento; están pasando por alto las expresiones de violencia que están acreditadas con pruebas; aún no se comprende la esencia del movimiento que está en cada pliego petitorio; falta voluntad para hacer un cambio verdadero en la institución.
Nos está faltando poner en práctica todo aquello que pronunciamos en las aulas: la democracia, la justicia social, la igualdad, la paz, el respeto, la sororidad, la ética, la equidad, la participación social ¿Por qué entonces solo se juzga a quienes se han atrevido a levantar la voz?