Antonio Candelaria, joven injustamente preso sentenciado a más de 40 años por un delito que no cometió, fue detenido en la entrada de uno de los centros comerciales más populares del norponiente mexiquense. El sistema necesitaba presentar a un responsable por el delito de extorsión y que mejor que un joven que pasaba por el lugar en busca de trabajo como mesero.
Toño Candelaria ayudaba a los gastos del hogar trabajando como taxista y parte de esos recursos le permitía costear su colegiatura en la escuela de actuación. A Toño le apasionaba las artes escénicas como a buena parte de su familia, probablemente en el arte radica la explicación de la nobleza que caracteriza a sus padres, abuelos, tíos.
Molieron a golpes a Toño cuando lo detuvieron, a base de tortura trataron de obtener una confesión incriminatoria de que participaba en un grupo criminal, nunca lograron que firmara una hoja en blanco, pero lo incomunicaron durante días y cuando por fin pudo acceder a un teléfono, ya se encontraba en el penal federal de Nayarit, a cientos de kilómetros de casa.
El juez de la federación se declaró incompetente y después de 3 meses lo trasladan de Nayarit al Estado de México, no tenían prueba alguna de que pertenecía a la delincuencia organizada, sin embargo, el sistema de justicia no podía admitir que se equivocó y procura sentenciarlo por un delito del fuero común pero de alto impacto.
El prejuicio ya operó, Toño es enviado a la cárcel de la cárcel, después de tenerlo en un penal de máxima seguridad es colocado en la zona de aislamiento. En la cárcel Toño tiene que desempeñar la mejor actuación que le exige la vida: sin cometer delito alguno, es obligado a actuar como preso, vestirse como preso y más aún, a camina y respirar como preso, las condiciones de vida en el penal lo obligan a estar permanentemente alerta.
Sus padres hacen un esfuerzo muy grande por asistir todos los días de visita, es muy difícil mantener el ritmo cada sábado y luego cada domingo porque cuesta mucho entrar a visitar a un preso, sin embargo, cada que llegan lo abrazan haciéndole saber con ese sencillo gesto que nunca pararán de luchar por su libertad.
La necedad de un sistema de justicia que se empeña en mantener en la cárcel a los jóvenes pobres para justificar una supuesta efectividad contra el crimen debe de parar, Toño Candelaria no debe seguir en la prisión sólo para ser un número más que agrade a políticos y altos funcionarios en los informes anuales de labores.