Brindar una alternativa sustentable de los desechos de poliestireno expandido es el objetivo principal de la investigadora del Centro Conjunto de Investigación en Química Sustentable UAEM-UNAM (CCIQS), María Fernanda Ballesteros Rivas, quien con su equipo de trabajo, conformado por estudiantes, realiza el proyecto de investigación “Estudio y evaluación de compuestos de origen natural para la disolución y reciclaje de uno de los polímeros más utilizados en la actualidad: poliestireno expandido (unicel)”, apoyado por el Programa “Mujeres en la Ciencia” del Consejo Mexiquense de Ciencia y Tecnología (Comecyt).
El unicel es uno de los polímeros mayormente empleados y que genera grandes cantidades de desechos al año, donde la contaminación es provocada por los gases de efecto invernadero durante su producción, mientras que su composición no biodegradable altera los procesos del subsuelo, contribuyendo de esta manera al cambio climático.
De acuerdo con la Asociación Nacional de Industrias del Plástico (ANIPAC) y la Asociación Nacional de la Industria Química (ANIQ), en México se desechan 125 mil toneladas anuales, por ello es que surge la necesidad de generar diferentes metodologías de reciclaje sustentables, entre las cuales se encuentra la propuesta de Ballesteros Rivas.
La investigación inició al buscar una forma de extracción más económica del limoneno, sustancia natural que proviene del aceite de las cáscaras de los cítricos, sobre todo en el de la naranja, el cual se ha comprobado su potencial para disolver el poliestireno expandido. De acuerdo con la investigadora Fernanda Ballesteros se encontró que existen otro tipo de aceites esenciales con propiedades similares.
“Notamos una tendencia en los compuestos de los terpenos -que se encuentran en el limoneno-, que son los que ayudan a disolver el unicel. Entonces, empezamos a buscar sustancias naturales que tuvieran más terpenos y llegamos a las flores. Y después de las flores empezamos a notar los tiempos de rapidez de disolución”, explicó.
En los últimos avances de su investigación, publicada en la revista de Journal of Polymers and the Environment, se demostró que también existía otra molécula química capaz de disolver el unicel: el éster. El cual se encuentra en sustancias sintéticas de la industria alimentaria como el tributirato de glicerilo (aromatizante de la mantequilla) o el butirato de etilo (aromatizante del plátano), así como en el omega 3 de los desechos del pescado, donde se analizó el tamaño de la cadena del éster para una disolución más efectiva.
A diferencia de otros procesos de disolución del unicel, el método que implementa Ballesteros Rivas reduce costos de transporte, no genera desechos tóxicos, ni tiene consecuencias perniciosas para la salud. En cambio, se reciclan todos los materiales, tanto los aceites naturales como el unicel recuperado, el cual se puede reutilizar en pegamento, impermeabilizante, pintura o en el uso normal del poliestireno expandido. No obstante, la investigadora considera que para resolver el impacto del unicel en el medio ambiente no solo se requiere buscar soluciones sustentables de reciclaje sino reducir su consumo.
La importancia de la divulgación científica en las infancias
Desde que se decidió a estudiar la Licenciatura en Química, Ballesteros Rivas considera que es de suma importancia tener conciencia social y aportar algo de utilidad hacia las personas. “Una princesa también puede estar de bata, de tenis y en un laboratorio. Y lo más interesante va a ser ir descubriendo cosas, siempre tener curiosidad y decir, ¿por qué no?”, apuntó.
Además de la investigación, ha participado en diferentes actividades de divulgación científica, entre ellas la ponencia “Mujeres en Ciencia” para el Comecyt, el “Cambio Climático y su importancia en la Agenda Educativa”, en el 2019, y el proyecto con mención honorífica “La química no asusta, acercando a los niños”.
Por medio de la divulgación científica busca tener contacto con menores de edad y demostrarles cómo la química se encuentra en nuestras vidas y que no es aburrida, sino que es de “colores”. A través de analogías impulsa que la niñez vea de una forma divertida y sencilla cuestiones básicas como los átomos, donde comprendan en su totalidad su composición, función, estructura, más allá de ser datos en la tabla periódica. Asimismo, considera fundamental que las nuevas generaciones se familiaricen con los lugares de trabajo y conozcan a las personas que realizan investigación, con el fin de conocer la utilidad de la comunidad científica.
Finalmente, compartió que el mensaje que le gustaría dar a futuras generaciones de niñas interesadas en la química es mantener la curiosidad y romper estereotipos de género, puesto que las mujeres poseen las mismas capacidades para realizar ciencia. A pesar de los retos que se enfrenten, verán cómo vale la pena ayudar a otros.
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